En el mundo de la política, hemos sido testigos de actitudes que desafían la coherencia y la ética. Un reciente tweet captó mi atención y me inspiró a escribir este artículo. Su contenido refleja una realidad preocupante: la política parece admitir cualquier postura sin importar los principios y convicciones que se hayan defendido en el pasado. Es por eso que afirmo que en la política, todo vale.
Resulta desconcertante ver a políticos que ocuparon cargos gubernamentales durante al menos 8 años y defendieron fervientemente al presidente de turno como el mejor de la historia, solo para abandonar ese partido cuando ya no están en el poder y pretender mantenerse en una supuesta zona neutral. Si alguien se declara neutral, debería actuar en consecuencia. Sin embargo, es común observar tweets en los que critican al partido de oposición por no haber resuelto un problema en sus 20 años de gobierno, mientras evitan criticar al actual gobierno que lleva apenas 3 años. Esta actitud resulta repugnante, especialmente considerando que ellos mismos formaron parte del partido en el poder durante ese tiempo. Estas acciones dejan en claro cuál será su próximo paso político. Es así como la política, lamentablemente, lo admite todo.
La política merece respeto, y no es en vano que se la haya considerado la ciencia más pura y noble después de la filosofía. Sin embargo, existen individuos que manchan la nobleza de este arte político con sus acciones incoherentes. Estas actitudes erosionan la confianza de la población en nuestros políticos y les dan fundamentos para sentirse desencantados y desmotivados al ejercer su derecho al voto.
Como representantes políticos, debemos ser coherentes y cuidar nuestra reputación. No podemos permitirnos el lujo de apoyar a un partido hoy y cambiar de bando mañana, siguiendo los vaivenes del poder. Eso es una política clientelar, es ser falsos políticos y convertirnos en meros mercaderes de la política. Debemos recordar que nuestra responsabilidad va más allá de los intereses personales o partidistas: debemos velar por el bienestar de la sociedad y actuar en consecuencia.
En conclusión, es desolador observar cómo la política se ha convertido en un terreno donde todo parece ser válido. La falta de coherencia y principios socava la confianza de la ciudadanía y socava la nobleza del arte político. Como políticos, debemos aspirar a ser dignos representantes de la sociedad, con convicciones firmes y acciones coherentes. Solo así podremos restaurar la confianza de la población y construir una política basada en la honestidad, el respeto y el bienestar de todos.