Hasta hace solo unas semanas la sanidad ha sido el principal de los grandes asuntos olvidados en la campaña electoral que libran por la presidencia de Estados Unidos Kamala Harris y Donald Trump. Aunque está vinculada a debates y propuestas sobre el aborto y los derechos reproductivos o, en el caso del republicano, enmarañada en discusiones de cuestiones como la inmigración, ninguno de los partidos dedicó a esta cuestión fundamental atención expresa en sus convenciones.
Era una falta de foco sorprendente dado el papel histórico que la sanidad ha tenido en las elecciones estadounidenses. Era también un silencio atronador dado que la industria sanitaria representa una sexta parte de la economía del país. Pero era, sobre todo, una desconexión con el sentir y las preocupaciones de los ciudadanos.
La sanidad es el segundo tema más importante para los estadounidenses en estas elecciones, solo por detrás de la economía, según muestran los sondeos del centro Pew. Y un 67% de los encuestados por Gallup consideraban que ninguno de los candidatos le estaba prestando suficiente atención.
Todo ha cambiado en los últimos días y finalmente se ha puesto en el primer plano el debate sobre el sistema médico, su calidad, su coste y su disponibilidad, así como cuestiones como el coste de los medicamentos, la deuda médica, Medicaid (el sistema público que cubre a las personas de más bajos ingresos) y la protección de Medicare, el otro sistema público, que cubre a los mayores de 65 años y a las personas con discapacidad.
"Conceptos de un plan"
En el epicentro del duelo de propuestas políticas está Obamacare, como se conoce a Ley de Reforma Sanitaria (ACA por sus siglas en inglés) que se aprobó en 2010 bajo el mandato de Barack Obama y realizó medidas como la expansión de Medicaid, el establecimiento de mercados de seguros y de subsidios para las pólizas o la prohibición de discriminación por condiciones médicas preexistentes. Esa fue la última gran transformación del sistema sanitario en EEUU, un país donde ahora ni demócratas ni republicanos plantean una reforma profunda (Harris hace tiempo que abandonó su defensa de la sanidad pública universal que abrazó en primarias en 2019) sino medidas graduales que representarían pequeños cambios y no auténticas transformaciones.
Cuando Trump hizo su primera campaña en 2016, y en su primer mandato, su promesa y su esfuerzo fue derogar y reemplazar esa ley, por más que en el debate de esta semana su candidato a vicepresidente, J.D. Vance, mintiera diciendo que "lo salvó". Pero Trump fracasó en su intento. Sufrió una estrepitosa derrota en 2017 en el Congreso por el voto de John McCain y otras dos senadoras republicanas, perdió el control del Congreso en las legislativas en 2018 en parte por su embestida contra la ley y vio cómo le frenaba en sus intentos hasta el Tribunal Supremo.
Pero además nunca presentó el prometido plan para sustituir Obamacare. Y el mes pasado, cuando en el debate con Harris en Filadelfia una moderadora le preguntó si ahora ya tiene ese plan, dio una respuesta que ha quedado como una de las frases más desafortunadas pero también memorables de esta campaña: "Tengo conceptos de un plan".
La ventaja de Harris
Fue algo más que material para bromas de internet y memes. Es una de las líneas de ataque que ha abierto para asaltar al republicano y defender sus propias propuestas Harris, que trata de afianzar la ventaja que ya disfruta entre el electorado en este campo. Según un sondeo de AP, el 50% cree que la demócrata manejaría mejor la sanidad, frente al 30% que dice lo mismo de Trump. Y en otro de Gallup, entre votantes independientes, lleva ventajas de entre 11 y 13 puntos cuando se trata de la opinión sobre quién mejorará el acceso a los seguros y la cobertura, bajará los precios medicamentos y protegerá y reforzará Medicare.
Mientras Trump enfrenta el reto de tocar un programa que aunque tuvo problemas en su lanzamiento y fue impopular los primeros años se ha demostrado un éxito y tiene una valoración favorable del 60% de la opinión pública, Harris aboga por reforzarlo y ampliarlo y construye sobre los logros de la Administración de Joe Biden.
Ya han ampliado quién puede optar a los mercados de seguros y aumentado los subsidios para contratar las pólizas (créditos que han ayudado a 20 millones de personas a asegurarse pero que expiran a final de 2025 salvo que actúe el Congreso). Con la Ley de Reducción de la Inflación se puso un límite de 35 dólares al mes en el coste de la insulina para la gente cubierta por Medicare y el año que viene entrará en vigor otro límite de 2.000 dólares al año para el gasto en medicamentos. Aunque de momento solo beneficia a personas en el sistema público de salud, son medidas bienvenidas en un país donde un tercio de los estadounidenses, cuando un médico les da una receta, no compra el fármaco debido a su coste.
Los republicanos, además, también han hecho saltar las alarmas con una idea que ha puesto sobre la mesa Vance: volver a segregar los mercados de seguros, creando "grupos de cobertura de alto riesgo". Eso permitiría a la gente sana tener costes más bajos pero amenazaría con volver a hacer inaccesibles o costosos los seguros para mucha gente con problemas de salud.
Suscríbete para seguir leyendo