Como una estrella de rock o de los Bucks de la NBA que habitualmente juegan en el Fiserv Forum de Milwaukee, aclamado y desatando una ola de euforia entre miles de delegados e invitados conforme salía por un pasillo rojo alfombrado de las entrañas del estadio. Así ha sido recibido este lunes por la noche Donald Trump en su primera aparición pública tras el intento de asesinato del sábado.
El recuerdo físico de ese atentado fallido era más que visible; una enorme gasa blanca y cuadrada cubriendo toda la oreja derecha del ya formalmente candidato republicano para las elecciones de noviembre. Y otras memorias de lo sucedido en Butler también resucitaban.
Conforme Lee Greenwood cantaba en directo el “God Bless the USA” que Trump suele usar en su mítines, los congregados, entregados a su líder, han añadido a los clásicos gritos de “amamos a Trump’ o el patriótico ¡"USA, USA!" uno nuevo: “lucha, lucha, lucha”, las palabras que él lanzó el sábado con el rostro ensangrentado y el puño en alto conforme era evacuado.
Entre los vítores Trump ha subido a la tribuna de invitados, donde ha estrechado la mano de miembros de su familia, aunque no le han acompañado ni su esposa Melania Trump ni su hija Ivanka. Ha saludado también a otros invitados como el periodista Tucker Carlson. Y finalmente se ha quedado en su sitio, con J. D. Vance, el senador de Ohio que hoy ha anunciado como su elegido para acompañarle como vicepresidente, a su izquierda.
A Trump se le ha visto emocionado en momentos pero, sobre todo, con amplias y abundantes sonrisas. No ha dicho una palabra, con su discurso como plato fuerte del cierre de la convención el jueves. Paladeaba, en este momento, la entrega a este baño de adoración.