Tras años de bloqueo político, el Líbano enfrenta uno de sus mayores desafíos: el desarme de Hizbulá, el poderoso grupo armado chií. Aunque debilitado tras meses de enfrentamientos con Israel, Hizbulá sigue siendo una fuerza política clave en el país. Ahora, la clase política libanesa se enfrenta a la compleja tarea de lograr su desarme, un proceso que podría tener graves consecuencias para la estabilidad del país.
Hizbulá, que ha dominado la política libanesa durante décadas, sufrió fuertes pérdidas durante los 14 meses de conflicto con Israel. Los bombardeos israelíes acabaron con gran parte de su liderazgo militar y político, incluyendo al histórico líder Hasán Nasralá. Sin embargo, el grupo sigue movilizando a gran parte de la comunidad chií y se resiste a renunciar al poder que le otorgan sus armas.
El acuerdo de alto el fuego, basado en la Resolución 1701 de la ONU, fue visto por muchos como una derrota para Hizbulá. A pesar de la tregua, Israel ha seguido llevando a cabo ataques en territorio libanés sin apenas consecuencias. "Hizbulá ha perdido la guerra", afirmó Michael Young, del Malcolm H. Kerr Carnegie Middle East Center. Sin embargo, las interpretaciones varían. Algunos ven el conflicto como una victoria del grupo, mientras que otros subrayan sus derrotas.
El desarme de Hizbulá no será fácil. Aunque el grupo está debilitado, sigue siendo una fuerza importante en el país. "Todo es posible", reconoció David Wood, del International Crisis Group. "Incluso hace seis meses era difícil imaginar una conversación sobre su desarme". Sin embargo, muchos en el Líbano creen que ahora es el momento de actuar, antes de que el grupo pueda recuperarse.
El Ejército libanés podría ser clave en este proceso. Actualmente, es la única fuerza legítima que podría asumir el control de las áreas dominadas por Hizbulá. Sin embargo, el ejército está infrafinanciado y cuenta con muchos miembros chiíes, lo que podría complicar cualquier enfrentamiento directo con el grupo.
El equilibrio político y sectario del Líbano es frágil. Cualquier movimiento brusco podría desencadenar una crisis interna. "Hizbulá debería desarmarse, pero de forma gradual", advirtió Wood. "De lo contrario, podría haber una respuesta violenta o una parálisis política".
La comunidad internacional ha llamado a la paciencia. "Solo los libaneses deberían decidir el futuro del Líbano", concluyó Wood. Mientras tanto, el país se prepara para elecciones en 14 meses, en un contexto de incertidumbre y tensiones crecientes.
El desarme de Hizbulá es un desafío monumental, pero también una oportunidad para Líbano de avanzar hacia la estabilidad. Sin embargo, el camino será largo y lleno de obstáculos.