En apenas unas horas, Khadija Amin, una periodista afgana de 31 años, perdió su trabajo, recibió amenazas de muerte y se vio obligada a huir de su país. El regreso de los talibanes al poder en Afganistán en agosto de 2021 cambió su vida para siempre. Ahora, desde su exilio en España, sigue denunciando la difícil situación que enfrentan las mujeres en su país, donde sus derechos han sido arrebatados por un régimen que las relega a meros objetos.
Khadija, que combina su labor periodística con charlas en universidades e institutos, relata cómo el regreso de los talibanes ha convertido Afganistán en una "cárcel para las mujeres". Solo se les permite respirar, dice, y nada más. Las escuelas y universidades han cerrado sus puertas para ellas, y las restricciones son tan severas que incluso se prohíbe a las vecinas mirarse entre sí desde sus ventanas. "Las mujeres están siendo recluidas y aisladas simplemente por ser mujeres", afirma.
Nacida bajo el régimen talibán en los años 90, Khadija recuerda su infancia marcada por la falta de libertad. Estudió en clases clandestinas y creció creyendo que llevar el burka era algo normal. "No podíamos salir solas, no teníamos derechos", recuerda. Tras un breve periodo de avances entre 2001 y 2021, la llegada de los talibanes ha hecho retroceder a las mujeres afganas décadas. "No han cambiado en nada desde los años 90″, asegura.
El 15 de agosto de 2021, mientras presentaba las noticias en televisión, Khadija recibió la orden de abandonar su trabajo. "Fue un cambio brutal", dice. "Los mismos soldados que antes me defendían ahora me amenazaban". El miedo la acompañó cada día hasta que, tras recibir una llamada de una periodista española, tuvo que huir de Afganistán con lo puesto. "No fue una decisión, me obligaron a salir", lamenta.
Desde España, Khadija sigue luchando por las mujeres que siguen en Afganistán. "Es difícil tener esperanza, pero hay que seguir adelante", afirma. Su mensaje para ellas es claro: "No se rindan. La lucha debe continuar".
Khadija Amin es un ejemplo de resistencia en un país donde ser mujer significa enfrentarse a un sistema que busca anularlas. Su voz, desde el exilio, sigue siendo un grito de esperanza para quienes no pueden alzar la suya.