Un festival en honor a las brujas en la localidad italiana de Benevento ha desatado una polémica inesperada. La Asociación Internacional de los Exorcistas (AIE) ha criticado duramente el evento, acusándolo de promover prácticas ocultas y neopaganas. El festival, que tuvo lugar del 21 al 23 de marzo, buscaba revivir la historia y las tradiciones locales, pero ha sido tachado por los exorcistas como una "promoción del mal".
Durante el evento, el centro histórico de Benevento se transformó en un escenario medieval, con actividades culturales que incluían la recreación de rituales y la exploración de la historia de las janare, las brujas locales. Estas mujeres fueron perseguidas y ejecutadas durante la Inquisición, aunque muchas probablemente solo eran curanderas y estudiosas.
La AIE, en un comunicado, advirtió que "fomentar el mundo de las tinieblas en lugar del mundo de luz solo puede conducir a consecuencias trágicas". También criticaron que el festival presentara el mal como algo atractivo, especialmente para niños y adolescentes.
El alcalde de Benevento, Clemente Mastella, defendió el festival, calificándolo como "una hermosa fiesta de disfraces" y una celebración de la historia y el folclore local. Mastella, miembro de la Democracia Cristiana, aseguró que el evento no tenía ninguna intención blasfema o esotérica. Incluso bromeó al decir que inicialmente pensó que la crítica de los exorcistas era una broma.
Mastella no solo no se arrepiente del festival, sino que anunció planes para crear un parque temático dedicado a las janare en Benevento. Confía en que este proyecto, diseñado por el ganador de tres premios Óscar Dante Ferretti, dejará una huella permanente en la ciudad.
La polémica refleja un debate más amplio sobre el resurgimiento de prácticas relacionadas con la brujería y el ocultismo, así como el papel de los exorcistas en la sociedad moderna. Mientras algunos ven estas tradiciones como parte del patrimonio cultural, otros las consideran una amenaza espiritual.
En conclusión, el festival de Benevento ha puesto en evidencia la tensión entre la preservación del folclore y las preocupaciones religiosas. ¿Celebración cultural o puerta al malestar espiritual? El debate sigue abierto.
